Archivos para noviembre, 2012

Una de las cosas buenas de elegir a una autora joven, casi coetánea,  para mi tesis doctoral, ha sido la sensación de crecer con ella. Si además tienes una manera similar de ver las cosas, se convierte casi en un lujo. La última novela de Zadie Smith (Londres, 1975) se titula NW, todavía no se ha publicado en español y trata de la vida de dos chicas de clase trabajadora que llegan a la treintena convertidas en pequeñas burguesas –una más que otra- y encuentran aspectos insufriblemente insoportables en sus vidas.

Alguien que la conoció me dijo una vez que Zadie Smith era una tía bastante gilipollas. No lo sé, la verdad. Ni me interesa demasiado. Lo que sí sé es que cada vez que oigo su voz en una entrevista suya, cada vez que leo un ensayo o un artículo que ha escrito, hay una reflexión interesante e inteligente. Y no necesita a nadie que hable por ella.

Lo de que hablen por uno puede ser jodido: el otro día me encontré en la prensa canaria un artículo reflexionando sobre la Huelga de José Carlos Mauricio.  Mauricio era el mayor camaleón de la política española, que pasó de sentarse junto a Santiago Carrillo a mecer en sus brazos al primer gobierno de José María Aznar, mientras apuntalaba bien ese monstruito llamado CC, del que fue parte activa y fundamental. Sin entender por qué, Mauricio sigue siendo un referente y el otro día se compadecía de “una generación perdida en el tiempo clave de sus vidas”.

Esta es una crisis económica, pero sobre todo es la crisis de una narrativa, una crisis de relato: la de que si estudiabas conseguirías un trabajo. La de que si no estudiabas, había trabajos menos cualificados pero que aseguraban la supervivencia. Y seguimos dándole vueltas a todos estos temas, utilizando las mismas palabras y los mismos razonamientos que en los últimos sesenta años. A veces, las mismas personas.

Cuando un joven formado emigra –quizá yo mismo lo vuelva a hacer- y consigue un trabajo cualificado, se reengancha con la perspectiva clásica de las cosas: esfuerzo, recompensa, un horizonte de futuro. Es decir, salir de ese círculo de la “generación perdida”. Pero… ¿de qué nos hemos perdido?  ¿para quién? ¿Para nosotros mismos? ¿De qué sirven ahora nuestras carreras, nuestros máster, nuestros doctorados? ¿Éramos tan importantes o fuimos cómplices titulados de un mundo que ya saqueaba otras partes del mundo y las convertía en nuestros talleres y reservas naturales?  ¿Y eso en qué posición nos deja? ¿Simplemente marcharnos para dejar de estar perdidos, tal y como hemos entendido la pérdida hasta ahora? ¿Quedarnos e intentar decir algo?

Una generación perdida es una generación que no habla. La generación de José Carlos Mauricio lleva hablando desde que tenía veinte años y él ya tiene más de setenta. Tuvieron maestros quizá más generosos que les abrieron espacios y compartieron su poder. O quizá lo pelearon más. La nuestra es una generación que aún no ha heredado el poder que le corresponde. O no lo ha reivindicado del todo. Por eso la narración, el relato, sigue siendo de otra época y todo parece tan oscuro.

Por eso me gusta Zadie Smith, porque habla y lo hace bien. Porque es joven y piensa. Porque empezó siendo una escritora veinteañera a la que trataron de convertir en un símbolo, por ser negra, de clase obrera y haber llegado hasta Cambridge. Y no se dejó. Porque en vez de estar perdiendo el tiempo se sienta y escribe. Porque no necesita que nadie de otra generación venga a decir lo que ella piensa. Ella sabe hacerlo perfectamente, sola, aunque su generación esté “perdida”.